lunes, 30 de mayo de 2011

La crisis financiera del siglo XXI

Susana de Valentín



















Es de interés para todos, como objeto del presente artículo, analizar el debacle financiero que comenzó a mediados de 2007 con unos efectos que han tenido dimensiones mundiales para las economías de todo el globo y que igualmente están provocando unas reivindicaciones en las sociedades nunca apreciadas en épocas anteriores, las cuales están haciendo uso de las ventajas que ofrece el tirón de las nuevas tecnologías de la información para propagarse. La crisis financiera, de cuyos elementos, desarrollo y efectos nos ocupamos a continuación, es la crisis económica del siglo XXI, de los valores y de mi propia generación.

Introducción

En primer lugar, nos vamos a centrar en los hechos que dieron lugar a la crisis. A continuación, analizaremos qué son las agencias de calificación y cuál ha sido el papel desempeñado por éstas en el marco de la hecatombe financiera con el objetivo de familiarizar al lector en un círculo de ideas fundamentales. Simultáneamente, nos centraremos en la aclaración de ciertos términos, habitualmente escuchados en los medios de comunicación especialmente en los últimos meses, y nada prescindibles para la comprensión íntegra del problema financiero. Finalmente, prestaremos especial interés a los fabricantes del milagro de la globalización financiera, las tan conocidas y denominadas instituciones del gobierno económico internacional Bretton Woods (FMI, Banco Mundial y OMC) surgidas por y para la internacionalización de los flujos financieros, favoreciendo a la propia internacionalización de las empresas y de la banca, pero cuyo management default en la falta de una regulación de las transacciones financieras, a efectos de evitar sus excesos y posteriores consecuencias, como la crisis de los tiempos actuales, ha repartido las principales raíces del problema durante un período de crecimiento, marcadamente insostenible, al que también se ha sumado el proceso de uno de los errores humanos más colosales para la historia del último cuarto de siglo: la purga de valores en la sociedad y la implantación del materialismo como eje pivote en nuestras vidas.

Características y origen de la crisis

En primer lugar, definamos el concepto de la crisis actual. Para muchos economistas, las crisis financieras suponen todo un conjunto de acontecimientos turbulentos para las economías, y no sólo uno en concreto. Particularmente, la crisis financiera del 2007 ha sido catalogada como una crisis de solvencia sufrida por el sector bancario, en el seno de la comunidad internacional, con las consecuentes dificultades de poder hacer frente al pago de una determinada parte de sus deudas comprometidas con el exterior, nada desdeñables en magnitud, fruto a los múltiples obstáculos expresos que comenzaron a aparecer en relación con la concesión de créditos y la compra de financiación en los mercados interbancarios, cuando los riesgos de las hipotecas sub-prime norteamericanas se destaparon y las primas de riesgo se dispararon. La razón fundamental de la hecatombe, se encontraba en el alto riesgo de impago descubierto en todo un conjunto de instrumentos financieros ligados a las famosas hipotecas basura, éstas inclusive, que llegaron a no tener valor de negocio alguno en los mercados, es decir, no eran objeto de venta ya que nadie se arriesgaba a invertir en algo sin rentabilidad, pero que se encontraban desparramados entre Europa y EEUU, habiendo sido previamente comprados en masa y contaminando al sector privado; así como también, en la tendente aversión a prestar que comenzó a surgir ante la falta de liquidez existencial y la necesidad de pago de facturas pendientes.

Efectos sobre el sector público

El nivel de endeudamiento del sector privado llegó a ser colosal tras las primeras manifestaciones de la crisis. Esto generó una crisis posterior en el sector público, sobre todo en determinados países europeos, caso de España, cuya balanza de pagos, fruto de unas erróneas políticas económicas llevadas a cabo hasta ese momento y con posterioridad, carentes de un eje de austeridad fiscal que hubiese sido responsable y necesario, precisaba de una purga de números rojos y de nuevos ingresos; ingresos que se vieron recortados, en primer lugar, por el inicio de un gasto público en prestaciones sociales para el amparo de miles de personas que se quedaban sin trabajo tras el cierre de múltiples empresas, como efecto directo del encarecimiento de los créditos y, en segundo lugar, por una prima de riesgo elevada con respecto a la emisión de deuda pública, que hacía difícil la financiación interna, pero que resultaba cada vez de un uso más necesario ante la pérdida de recursos públicos por la falta de recaudación fiscal, cosa que agudizaba, aún más, la prima de riesgo de dicha deuda. Ante la hecatombe, los inversores expandieron su dinero para invertirlo en deuda soberana de aquellos estados en los que tuvieran garantizado la rentabilidad de sus fondos. Grecia, Irlanda y Portugal fueron los que más sufrieron esta situación y quienes precisaron, acto seguido, de los programas de de financiación y reforma estructural propiciados y auspiciados por el FMI y la UE. Estos países no sólo carecían de una estructura productiva sólida que garantizara la recuperación de su economía por sí misma, si no que tenían unos niveles de endeudamiento elevados y múltiples pagos a los que hacer frente, tanto de compromisos externos como internos.

La nube del sueño

Por otra parte, nosotros, los humanos, hemos caminado, en las últimas décadas, dentro de un fastuoso y descomunal orden internacional económico, surgido e implantado, aunque habiendo experimentado cierta evolución, en los años cuarenta, del que todos, sin excepción participamos hoy en algún momento dado de nuestras vidas. Pero la crisis financiera ha golpeado este orden que nos parecía inmutable y destinado a una permanencia infinita. Lo que empezó siendo un período de prosperidad generalizado en el mundo occidental, particularmente en Europa y EEUU, a comienzos de la década del 2000, coronado por una exitosa operación de globalización en el marco de la libre circulación de los flujos financieros y por unos bajos tipos de interés y, consecuentemente, abundante dinero líquido en los mercados, terminó con una fuerte recesión económica mundial que desmoronó los estandartes de un bienestar social generalmente aceptado y envidiado por muchos. Había dinero en grandes magnitudes y para financiar la gran actividad económica del estado y de los grupos económicos con una actividad con grandes implicaciones para la economía real. Existía un óptimo nivel de vida, con dinero para todos y para cualquier cosa. Pero la falta de una regulación mínima y suficiente en el marco de las transacciones financieras internacionales terminó con esta realidad, permitiendo los excesos y haciendo posible el origen del declive: las hipotecas sub-prime y otros activos tóxicos.

Hipotecas sub-prime y sus derivados tóxicos: germen de la crisis

En 2006 surgió todo un mercado inmobiliario que comenzó a ofertar hipotecas a miles de personas sin la capacidad económica necesaria para asumir su coste, o a personas con el mero fin de comprar viviendas y especular con ellas. A su vez, sobre de dichas hipotecas, altamente arriesgadas desde sus orígenes, los gestores financieros fabricaron paquetes y un complejo mercado de títulos y activos financieros, sin la solidez suficiente que implica la garantía de un respaldo de liquidez mínima. Todos ellos fueron vendidos y comprados en masa por el resto del mundo, sobre todo por entidades financieras de Europa bancarias y no bancarias. Esta operación fue desarrollada gracias a los siguientes factores: la innovación y las nuevas tecnologías financieras, la premisa de dinero abundante gracias a unos bajos tipos de interés, la minusvaloración de los riesgos y la fe ciega de los inversores en las agencias de calificación. Éstas, apuntalaron con un bajo riesgo las notas de valoración de toda esta amalgama de activos tóxicos desde sus raíces, lo que fue determinante para convencer a los inversores de su compra. Fueron catalogadas con la triple A, es decir, con la máxima seguridad y confianza. Por consiguiente, el nivel de endeudamiento del sector privado, conforme los impagos de dichos instrumentos financieros eran cada vez más reales, una vez que la Reserva Federal de EEUU decidió subir los tipos de interés y reducir la masa monetaria en circulación, alcanzó cotas inimaginables y a un ritmo elevado con inmediatas consecuencias para la economía real. Se cerró el crédito abundante. Los costes por solicitar un préstamo eran tremendos para las familias y las empresas. Los intereses se dispararon. Nadie quería ofrecer dinero sin un respaldo sólido. De igual modo, cuantas más deudas tenían los bancos, más les costaba financiarse en los mercados internacionales, fruto de una prima de riesgo elevada. El efecto más directo fue la quiebra de algunos bancos, como el Lehman Brothers, el cierre de empresas, sobre todo las PYMES, en el caso español, emergencia de expedientes de regulación, unos índices de paro al alza, falta de actividad económica y de recaudación fiscal por el estado, incremento del gasto público social para cubrir las mínimas prestaciones por desempleo, nuevo endeudamiento del sector público y aumento del déficit.

En España, concretamente, el problema de la crisis alcanzó unas dimensiones colosales: el endeudamiento público y privado tan acuciado fue parejo a un sistema económico de escandalosa baja productividad, anclado fundamentalmente en el sector inmobiliario, principal receptor de financiación crediticia, el cual dejó de percibirla en la cuantía que requería su amplio desarrollo y actividad, el principal detonante del empeoramiento de los efectos de la crisis en nuestro país, además de unas políticas económicas poco acertadas en algunos sectores. En resumidas cuentas, hemos gastado más de lo que nuestra estructura económica era capaz de absorber y producir para sostener en términos financieros ese nivel de gasto.

Pero ¿cuál era la situación previa al desate de la crisis? La abundante liquidez en los mercados unido a unos niveles de inflación crecientes a principios de década, llevo a la Reserva Federal de EEUU a una subida de los tipos de interés en 2004, repercutiendo en los mercados, sobre todo el inmobiliario, resintiéndose de tal manera que la tasa de morosidad de las hipotecas sub-prime concedidas en 2006, se disparó hasta llegar a la completa parálisis del mercado crediticio, particularmente el interbancario, a finales de 2007. Las consecuencias para la economía real fueron nefastas. Los gestores financieros se dieron cuenta de que muchos de sus activos tóxicos, anteriormente explicados, ya no tenían valor en el mercado, no eran negociables, y por tanto, no se podían vender, cuando los deudores de las hipotecas basura no las pudieron pagar y ya no se disponía de una garantía real de liquidez. Por consiguiente, ¿cómo desprenderse de aquello que habían innovado estos mismos gestores? Este es el gran problema a que ha dado lugar endeudarse por encima de las posibilidades del potencial productivo del país de que se trate. Hemos gastado más de lo que nuestra estructura económica era capaz de producir para sostener en términos financieros ese nivel de gasto. La Reserva Federal de EEUU tuvo que inyectar dólares en circulación. Algunos bancos tuvieron que ser rescatados con dinero público so pena de bancarrota con efecto dominó a escala interbancaria mundial.

Sobre la base de las hipotecas sub-prime fueron emitidos otros activos tóxicos financieros asociados y creados conforme a las mismas como títulos valor, es decir, como un tipo de instrumento financiero colocado en el mercado para ser comprado por los inversores y obtener una financiación inmediata. Sin embargo, dicha financiación era ficticia. El pronto impago de estas hipotecas por los deudores, con baja calificación para sumir su coste, acompañado por el subsiguiente proceso de desvalorización en el mercado de los activos financieros tóxicos asociados a las mismas, provocaron una parálisis en los mercados crediticios y en los interbancarios, particularmente, los de Europa y EEUU. Estos activos tóxicos dejaron de tener valor de mercado. Pero la deuda persistía. El sector privado tenía que saldar deudas pendientes de un montante que crecía conforme la tasa de morosidad de las hipotecas sub-prime también crecía al alza, y cuyos efectos para la economía real hicieron, al mismo tiempo, disparar la tasa de morosidad de las hipotecas de mayor calidad.

Los riesgos de la deuda española

El sector público también emite deuda para financiarse. Sin embargo, la deuda pública española alcanzó en los últimos años unas cifras insostenibles. Tras la crisis y la posterior recesión económica, el estado español redujo su nivel de recaudación y de fondos, lo que hizo aumentar su prima de riesgo a efectos de colocar deuda en el mercado, aumentando así las dificultades para obtener financiación en los mercados e incorporar nuevos fondos. Si el sector bancario, tanto nacional como internacional, tras la crisis, tenía facturas por saldar, una prima de riesgo elevada y le costaba caro, por tanto, obtener crédito con el que financiarse, al igual que las empresas y las familias, del mismo modo, el aparato político y burocrático no podía conseguir la financiación suficiente que precisaba para mantener un nivel de gasto determinado, in crescendo con motivo de los programas de estímulo económico y de prestaciones por desempleo para contrarrestar la destrucción de trabajo y amparar a los trabajadores en paro. Además, al reducirse su capacidad de recaudación fiscal y contar con una prima de riesgo, por consiguiente, elevada, los inversores comenzaron a escapar sus ahorros hacia otros mercados nacionales donde existiera más seguridad y confianza, como en el caso del bund alemán. Otros países sufrieron peores consecuencias rozando la bancarrota, como Grecia, Irlanda y Portugal.

La prima de riesgo

Siguiendo la línea y tras nombrarla varias veces en el artículo, ¿a qué se refieren los medios de comunicación cuando hacen mención a la denominada prima de riesgo? Sabemos que el estado puede obtener financiación a través de mecanismos varios, uno concreto es la emisión de deuda pública. Esto significa que el estado coloca títulos valor en el mercado, igual que el sector privado, para que lo compren los inversores, comprometiéndose a pagar en el futuro un precio a unos intereses concretos al comprador, es decir, una cuantía considerada como suficiente por el inversor en un momento coyuntural concreto. Los intereses pueden ser mayores cuanto más elevada sea la prima de riesgo. El criterio de la suficiencia se establece en función a la valoración de los posibles factores de riesgo que hagan probable el impago total o parcial de dicha deuda. Si no hay dinero porque el estado no recauda o reduce su recaudación, no tiene tampoco para pagar a quienes compraron su deuda. Por consiguiente, el precio que se establece se encuentra sobrepreciado a través de una cifra que despeja necesariamente las dudas de riesgo que tiene el comprador de un posible impago de dicha deuda. Este sobreprecio es la prima de riesgo, determinado en comparación con el precio de la deuda soberana alemana, considerada la más segura, la menos propensa a sufrir bandazos y la más sólida por la confianza que los inversores tienen en que será pagada religiosamente independientemente de lo que suceda. Esta es calculada a partir de la diferencia entre el valor de los bunds o deuda alemana con respecto al valor de la deuda de cualquier otro país europeo.

Últimamente, en el caso español, la desconfianza sobre la solvencia ha disparado la prima de riesgo en el país.

Las agencias de calificación y su actuación en la crisis

Las agencias de calificación son las que se encargan de poner notas de valoración de riesgo de impago a las emisiones de deuda pública o privada, de cara a posibles compras futuras por los inversores, en función de la seguridad de su inversión. Una vez es emitida y calificada una deuda, lo que facilita tremendamente al inversor su tarea de buscar información respecto a la misma, se intercambia en los mercados a un interés que varía en función a la demanda. En ese momento, se calcula su prima de riesgo. En el marco actual, tres son las agencias de calificación más importantes que emprenden esta tarea: Standard & Poors, Fitch y Moody’s. Particularmente, las notas que éstas emiten tienen en cuenta únicamente el riesgo de la probabilidad de impago total o parcial de dicha deuda. Sin embargo, no sólo la probabilidad de impago es importante, sino también la posible escasez de liquidez en los mercados que pueda darse en un momento coyuntural concreto de las economías, tal y como ha quedado patente con la crisis de 2007. Este ha sido uno de los argumentos de crítica de mayor peso contra las competencias de las agencias en el marco de la actual crisis, en relación con la valoración que hicieron de las hipotecas sub-prime, dándoles la máxima seguridad y confianza, de tipo triple A, cuando después quedó patente que no merecían una calificación tan sobresaliente. Lo que condujo a su compra en masa por los inversores. Pero además, la posibilidad de que el emisor pueda elegir la agencia que más le guste para la calificación de su deuda, le da alas para poder buscar aquella que más laxa se muestre con dicha valoración y en pro de sus intereses. Finalmente, el rol de dichas agencias también ha sido puesto en cuestión debido a la falta de un necesario historial crítico del emisor de deuda, con carácter previo a la calificación, en el caso de las hipotecas sub-prime y de los activos financieros ligados a estas, imprescindible para calificar honradamente sus riesgos pero que debido al carácter innovador en el diseño de estos activos financieros resultaba una tarea imposible. Un historial que se refiere a los pagos o impagos realizados por el emisor, las perspectivas que afronta y los riesgos o amenazas que le pueden perjudicar.

Globalización del sector financiero 

Por último, ¿cómo explicar la magnitud de los actuales flujos financieros internacionales y su influencia en la sociedad mundial? Hoy en día los inversores institucionales: bancos y grandes fondos de inversión, mueven millones de euros con tan solo un clic de ratón. En ello, el papel jugado por las denominadas Instituciones Bretton Woods, aquellas que nacieron en la década de los cuarenta con el fin de articular un sistema económico de carácter global, ha tenido mucho que ver. Concretamente, la actuación desempeñada por el Fondo Monetario Internacional, surgido con la finalidad de estabilizar el sistema monetario internacional tras la crisis de 1929, junto con el resto de instituciones (GATT-OMC, Banco Mundial, etc.), ha promovido políticas de liberalización en el campo financiero, tanto en un ámbito macroeconómico (libre circulación de los flujos de capital) como en el microeconómico (libre prestación de servicios financieros), todo lo cual, ha hecho crecer la magnitud de los flujos financieros actuales para beneficio de todas las economías desarrolladas y, solo en ciertos casos, de las economías en desarrollo con sistemas financieros sólidos. Los déficits públicos que surgieron hacia la década de los setenta en los países occidentales, la existencia de grandes inversores instituciones y las agencias de calificación, son elementos que contribuyeron enormemente a este proceso de integración financiera mundial.


Reflexión

Sin embargo, pese a que la globalización financiera ha traído cosas estupendas en términos de bienestar social y resulta altamente aconsejable seguir en ésta línea, algo ha fallado en el sistema. Para llegar a la conclusión de que los excesos se cobran y caros, sea en el marco que sea, no hacía falta correr tanto, porque las consecuencias de la crisis actual no tienen parangón con las crisis anteriores, ni en términos cualitativos ni en términos cuantitativos. Aunque busquemos soluciones mínimamente satisfactorias, como la regulación de las transacciones financieras, en el marco internacional, sin caer en el error de la sobreregulación, nada aconsejable, hoy por hoy tenemos un problema muy serio al que nuestras autoridades institucionales tendrán que lidiar muy finamente en el futuro. La crisis financiera ha puesto en evidencia la inestabilidad y la poca solidez de las bases del crecimiento de la década de 1998-2007 en España, época de bonanza y de posicionamiento de España como octava economía mundial, así como la percepción de su papel global internacional. La fuerte necesidad de financiación internacional para deuda pública y privada hizo que nuestro país levantara asociaciones estratégicas con países no occidentales (China y Rusia) y Estados grandes de la otra orilla del atlántico (Brasil, México, Chile y Argentina), relaciones que hoy se cultivan con una intensidad máxima. Ahora, con el objetivo de atenuar los peores efectos de la crisis, estamos obligados a buscar nuevas sendas de actuación, incluso, el presidente actual, José Luis Rodríguez Zapatero, tradicionalmente poco dado a política exterior, entabló contactos con socios estratégicos (China y determinados países del Golfo Pérsico) para la inyección de nueva liquidez en el ámbito doméstico y recobrar la confianza de nuestros inversores. En cualquier caso, el estancamiento de la economía española es una realidad ineludible, así como la probabilidad de una pérdida de posiciones en el cómputo relativo de peso económico a escala global, al margen de nuevos elementos coyunturales y en el marco de una cierta incertidumbre a prever por los gestores políticos. Las revueltas sociales en Grecia y España de protesta que se están produciendo contra el actual orden imperante, y que tienen visos de crecer, tienen, igualmente, elementos subyacentes en común, así como algo tremendamente importante: la juventud, la inteligencia, el espíritu crítico y el potencial productivo. Todo un campo de poder en potencia, pequeño, pero en potencia. Lo justo, es no infravalorarlo.

Bibliografia

ANTONIO ALONSO, J.: (2009), Lecciones sobre economía mundial, Madrid, Civitas.

Romero, Á. (2010, 15 de diciembre), ¿Qué es la prima de riesgo y cómo funciona? El País, pp. Economía.


Caruana, J.(2011), Regulación e innovación en la reciente crisis financiera, Madrid., Banco de España., Estabilidad Financiera, núm.14

7 comentarios:

  1. Buen retrato de la situación. Enhorabuena. Pero, ahora qué solución se plantea. La respuesta parece poco esperanzadora.

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  2. El esqueleto económico de este país necesita menos buitres y más vacas.

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  3. Excelente artículo que refleja con total precisión los diferentes factores que han intervenido en la situación actual en la que nos encontramos y que despedaza a la perfección todos los intereses relacionados con el mundo financiero y mercantil.
    Desde el primer momento nos percatamos de que este artículo es fruto de una ardua y curtida investigación, así como de una inmensurable experiencia personal que legitiman a la autora a realizar un artículo de excelentes dotes informativas que nos invita a hacer una reflexión sobre la sociedad en la que vivimos.
    Ahora sólo nos queda recapacitar y meditar sobre los errores cometidos en el pasado e intentar solventarlos para evitar otra situación como la vivida en los últimos años.
    Sólo me queda agradecer iniciativas tan enriquecedoras como las que llevan a cabo este grupo de personas.

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  4. sUBRAYO Y COMPARTO TU REFLEXION DEL ARTICULO, OJALA SE TENGA EN CUENTA POR QUIEN CORRESPONDA.

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  5. SUBRAYO Y COMPARTO TU REFLEXION DEL ARTICULO, UJALA SEA TENIDO EN CUENTA POR QUIEN CORRESPONDA,

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  6. El artículo tiene el merito de hacer una buena sintesis de un tema muy complejo! Hay que considerar algunos aspectos no tratados en el artículo como las reglas y el trabajo del Banco Central Europeo, la coordinación entre los principales Bancos Centrales del mundo, los acuerdos de Basilea (I, II y III) y el G-20 financiero. No es posible que europeos y norteamericanos no cumplan aquello que firman (ej. los acuerdos de Basilea) y pidan a los países emergentes más control cuando ni ellos lo hacen. Igual con la deuda pública/PIB en la UUEE en que no se cumplen las reglas de la propia integración. Son algunos ejemplos entre muchos, pero es claro que se necesita más coherencia, principalmente por parte de europeos y norteamericanos, en sus acciones. En cuanto eso, el pueblo que sufre y paga el precio por la crisis. Enhorabuena por el artículo! João Francisco

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  7. Muito bom artigo com uma excelente síntese das causas da crise financeira. O contágio aconteceu devido à falta de aprofundamento do projecto europeu que revelou as debilidades da zona euro.

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