Jorge D. Mora García
El desastre de Fukushima no sólo ha causado una tragedia humana; ha tenido un impacto económico real que refleja la interconexión mundial. Se plantea en clave europea la cuestión de la capacidad industrial y tecnológica de un continente que es realmente una potencia industrial pero adolece de una falta de visión estratégica que le permita afrontar los retos actuales en condiciones óptimas.
Es sabido que Japón lleva años enfrentado a una situación de estancamiento económico y debe hacer frente a graves problemas estructurales, demográficos y geopolíticos, como el ascenso en la región de China. A este panorama se suma el tremendo impacto económico negativo del tsunami y de las secuelas nucleares, calculado en alrededor de 300 mil millones de dólares, una cifra que supone el 30% del PIB español. El terremoto de Kobe en 1995 supuso un coste de 50 mil millones de dólares para la economía nipona.
Las consecuencias no serán sólo nacionales. Japón es la tercera economía mundial tras los Estados Unidos y China; se espera una caída en la demanda de los consumidores japoneses con el consiguiente efecto sobre el crecimiento económico de toda la región.
Más preocupante es sin embargo la cuestión de una posible repatriación de activos financieros nipones procedentes de Estados Unidos. Actualmente Japón es el segundo comprador de deuda americana después de China. Las compañías de seguros japonesas podrían retirar estos activos para financiar la reconstrucción y el pago de indemnizaciones, afectando a los tipos de interés americanos, con consecuencias globales.
En clave europea, el desastre de Fukushima revela la extrema dependencia de la economía regional y en general mundial con respecto a ciertos productos estratégicos industriales fabricados en Japón, lo que ofrece conclusiones para el viejo continente. A pesar de enfrentar problemas económicos y estructurales graves, Japón ha mantenido en su territorio una gran capacidad industrial, especialmente en equipos de alto valor añadido, en el campo electrónico, robótica y automoción. En Europa, sin embargo, podría verse interrumpido el suministro una vez agotadas las existencias de determinados componentes.
La fortaleza industrial nipona contrasta con la fuerte dependencia europea del exterior y la falta de capacidad industrial para afrontar el reto. La crisis de Fukushima ha puesto en evidencia la dependencia de la industria europea ante los proveedores del archipiélago, dependencia total en el caso de ciertos componentes; una tendencia agravada por una producción que apunta a reducir al mínimo los stocks.
El experto Michel Freyssenet, director de investigación del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica francés), estima que el seísmo muestra los problemas de abastecimiento mundial de las industrias. El modo de producción sobre la base de las necesidades tendente a reducir los stocks, lanzado por el fabricante japonés de automóviles Toyota, es un factor adicional de tensión en la cadena de abastecimiento. El problema no obstante no es tanto la falta de stocks, que siguen existiendo, sino más bien la dispersión de los proveedores y el reparto mundial de tareas, que se orienta cada vez más a la ultraespecialización.
A modo de ejemplo cabe recordar los problemas del japonés Hitachi, único proveedor de una pieza utilizada en la fabricación de los motores diésel, que forzaron al constructor automovilístico francés PSA Peugeot Citroën a desacelerar la producción y dejar en desempleo técnico a varios miles de trabajadores. El ministro francés de Industria, Eric Besson, ha alertado sobre la incapacidad de determinadas empresas, en especial en el sector automovilístico, para encontrar proveedores de apoyo.
Japón representa el 70% de la producción mundial de componentes electrónicos en al menos 30 sectores, y hasta el 100% en ciertos discos duros. Evidentemente resulta utópico aspirar a sustituir semejante concentración de cuota de mercado. Pero entra dentro de lo razonable aspirar al menos a no contar con una dependencia tan absolutamente aplastante.
El potencial industrial europeo es indudable. A modo de ejemplo basta recordar que la Unión es el principal productor mundial de vehículos de motor, con un volumen de producción superior a 18 millones de vehículos al año, un tercio de la producción mundial. Más de dos millones de personas trabajan directamente en este sector y otros doce millones de forma indirecta, generando un volumen de negocio anual de 780 000 millones de euros. Sin embargo, desde el inicio de la crisis en el último trimestre de 2008, la producción industrial ha caído un 8,4%. El sector de la automoción afronta múltiples dificultades, lo que podría provocar una caída de la producción y poner en riesgo el empleo de hasta el 20% de la mano de obra del sector.
El informe «Una política industrial integrada para la era de la globalización», de la Comisión Europea, analiza la situación de la industria en Europa y el camino que debería seguir para mantenerse en un primer plano de competitividad. La industria europea se recupera de manera lenta de la crisis económica mundial. El nivel de producción se mantiene un 10% por debajo del nivel anterior a la crisis.
La productividad en la UE es un tercio de la estadounidense. Eurostat indica que los sectores industriales no dan el salto a la alta tecnología y cualificación y eso los hace poco atractivos para los inversores extranjeros. Además, en toda la Unión el acceso a la financiación se ha hecho extremadamente difícil con la crisis, a lo que se añade un aumento de la morosidad.
Según una encuesta de Ernest and Young sobre el atractivo europeo para los inversores, Europa ha perdido posiciones en beneficio de China. En 2006 Europa centraba un 68% del interés. En 2010 ese interés se reduce al 38%. La India y Brasil han ocupado los primeros puestos en el mismo periodo de tiempo.
Las conclusiones son claras, la Unión debe hacer un esfuerzo para invertir más en I+D+i. La Comunicación de la Comisión hace hincapié en que son la competitividad y el desarrollo sostenible los que deben marcar el paso y enumera una serie de medidas para relanzar la industria. No obstante muchas de esas acciones son competencia de los Gobiernos y la Comisión solo puede prestar asesoría y acompañamiento. España debería igualmente tomar nota y avanzar hacia una verdadera economía del conocimiento.
Fuentes: “Fukushima, révélateur pour l´Europe”, de Pascal Lorot, presidente del Instituto Choiseul, publicado el pasado 5 de Abril en Le Nouvel Economiste; informe de la Comisión Una política industrial integrada para la era de la globalización; datos Eurostat.
Estupendo artículo, claro, conciso y muy bien estructurado.
ResponderEliminarMe ha parecido muy correcto y directo. Felicidades!
ResponderEliminarHace falta gente preparada y con ganas de trabajar. A ver si cunde el ejemplo. Animo.
ResponderEliminarMuy buen artículo
ResponderEliminar