Jorge D. Mora García
La falta de oportunidades y la búsqueda de libertades están provocando una explosión de revueltas en los países árabes. La crisis económica ha sido determinante: miles de jóvenes se identifican con Mohamed Bouazizi, el joven que se inmoló en Túnez el pasado 17 de diciembre, frustrado por la pobreza, la corrupción policial y el abuso de poder. Su perfil era muy común: ganaba menos de ocho euros al día, sostenía a su familia y sufría el acoso y el robo de los agentes de forma habitual. La revolución en Túnez se ha extendido a todo el mundo árabe, provocando la caída de dictadores que parecían intocables, el inicio de reformas en regímenes tradicionales y enfrentamientos y protestas civiles. ¿Qué va a ocurrir ahora? ¿Es la democracia el escenario más probable?
El experto Thomas Carothers compara las revoluciones árabes con las de Europa central y Oriental de 1989, antes de la caída de la Unión Soviética.Como en 1989, un número extraordinario de personas, en su mayor parte de manera no violenta, exigen un mejor futuro para ellos y sus hijos.Sin embargo, esta analogía puede resultar engañosa. En primer lugar, los gobiernos comunistas de Europa Central y Oriental se habían impuesto desde el exterior y se mantenían por la garantía de la Unión Soviética - la amenaza muy real de los tanques sofocar cualquier insurrección grave. En segundo lugar, los regímenes de Oriente Medio son mucho más diversos que en el caso de Europa Central y Oriental. El mundo árabe cuenta con monarcas reformistas, conservadores, presidentes autocráticos y estados tribales. Aunque el proceso de transición acabe teniendo algún parecido, es más probable que difiera de él fundamentalmente.
¿Es la democracia entonces el escenario más probable? Cinco condiciones son de especial importancia para un eventual éxito democrático: 1) el nivel de desarrollo económico, 2) el grado de concentración de las fuentes de riqueza nacional, 3) La capacidad del Estado, 4) la presencia de las divisiones basadas en la identidad, étnicas, religiosas, tribales o de clanes, y 5) la experiencia histórica con el pluralismo político.
Desde esta perspectiva, el mundo árabe presenta un panorama desalentador. La pobreza es generalizada; donde no está presente, el petróleo domina. Las divisiones entre sunitas y chiítas son graves en algunos países, las tensiones tribales en otros. En algunos países, como Libia, la coherencia de las instituciones básicas del Estado ha sido sorprendentemente baja. En gran parte de la región, existe poca experiencia histórica con el pluralismo. Un duro camino por delante para la democracia es casi seguro.
Sin embargo, dentro de la diversidad política y económica del mundo árabe se encuentran algunos motivos para la esperanza. Túnez goza de una buena educación y existe una clase media real. Las protestas de Egipto han mostrado el potencial para la cooperación. Bahrein, Jordania, Kuwait y Marruecos tienen instituciones parlamentarias con una importante experiencia en la competencia multipartidista, ahora bien, atenuada. Además, los cinco factores mencionados anteriormente son indicadores de riesgo, no condiciones previas.
Los observadores occidentales se preocupan asimismo de las opciones políticas de los de islamistas radicales. Invocan la experiencia de las victorias islamistas en Argelia en 1991 y Palestina en 2006 como prueba de su preocupación. Este miedo parece no obstante exagerado. Los partidos islamistas tienen una larga historia de participación electoral en los países musulmanes, pero por lo general sólo ganan una pequeña fracción de los votos. Es cierto que después de décadas de autocracia, los partidos seculares de la oposición en la mayoría de las sociedades árabes son débiles y los islamistas son a veces la alternativa más organizada. Sin embargo, la organización en sí misma no garantiza automáticamente el éxito electoral. Además, los islamistas pueden inspirar fuerte lealtad entre los partidarios de su núcleo, pero ganar las elecciones requiere apelar a la mayoría moderada. Las protestas que sacuden al mundo árabe hasta ahora han sido notables por su falta de islamistas o de sentimiento sectario, y en ningún lugar entre los países en proceso de cambio existe un líder carismático religioso como el ayatolá Jomeini listo para tomar el poder. Por otra parte, no parece existir capacidad para imponer una teocracia. El que sea elegido presidente de Túnez o Egipto se enfrentará a movilizar poblaciones con poca paciencia a día de hoy para métodos dictatoriales y militares y es probable que se resistan a cualquier impulso teocrático.
Excelente artículo para comprender qué está ocurriendo. Ojalá la democracia triunfe finalmente, aunque está por ver.
ResponderEliminarUna visión global enriquecedora. Yo tampoco creo que los islamistas vayan a recibir un apoyo mayoritario, pero la organización de los grupos seculares todavía es muy deficiente. Habrá que esperar para ver cómo se resuelven los acontecimientos...
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