miércoles, 20 de abril de 2011

Asia, centro de la nueva geopolítica del siglo XXI



Susana de Valentín 












Asia, como tal realidad unitaria, nace en el último tercio del siglo XX. El fin de la II Guerra Mundial y el proceso de descolonización marcaron el inicio de una nueva época para los asiáticos, conscientes de su importancia en el mundo. Vastas regiones del continente que hasta entonces habían quedado sujetas al dominio de occidente se independizaron y se configuraron como Estados soberanos e independientes. Poco después, fueron fortaleciendo sus regímenes políticos y sus economías, estableciendo alianzas de cooperación política y económica entre sí y mostrando una imagen de autonomía, dinamismo y recursos propios permitiendo que Asia central y meridional, así como el sudeste asiático, despegaran por la senda del crecimiento en la economía mundial. El proceso fue liderado primero por Japón. Posteriormente por China, e India poco después.


Las nuevas políticas de liberalización y apertura al exterior que se gestaron en los años noventa, acompañadas por el fenómeno de la globalización, permitieron a China e India una integración cada vez mayor de sus economías y sus sociedades con las restantes del planeta. Desde entonces, la importancia geoestratégica y geopolítica de Asia no ha parado de crecer y hoy es el centro de gravedad donde se discuten los asuntos internacionales vitales. Además de abarcar la mitad de la población mundial, posee los mercados de crecimiento más rápidos y atractivos, unos gastos militares en auge y unas áreas regionales susceptibles de ocasionar los conflictos más graves para la desestabilización mundial. En ella, China, siendo la segunda potencia económica mundial, representa el eje fundamental de las transformaciones. Por su parte, India, sin alcanzar los niveles de China, se ha erigido como el segundo polo de la zona y está catalogado como país emergente. El análisis de las reformas emprendidas por estos dos países en las últimas décadas, así como los rasgos actuales de su política exterior en consonancia con sus nuevos y respectivos intereses en la escena internacional del siglo XXI, constituye el objeto fundamental del presente artículo.
  
CHINA

Tras los enfrentamientos civiles de la primera mitad del siglo XX y la posterior implantación del régimen comunista en 1949, el país se encerró en sí mismo. Mao Zedong estableció una férrea dictadura bajo el mandato del Partido Comunista y una economía autosuficiente y agrícola. Mientras, en Japón, tras la firma del Tratado de paz de San Francisco en 1951, dio comienzo un período de estabilidad política y de crecimiento que se prolongó entre los años setenta y ochenta. El crack de la burbuja inmobiliaria de los años noventa, puso freno a la economía, dando paso a un período de recesión con el subsiguiente cierre de empresas en todos los sectores y el auge de unos índices de paro nunca vistos. El estancamiento de la economía, desde entonces, llegó hasta nuestros días, hasta que el temblor de Fukushima y el posterior tsunami, agravaron las dificultades de una ya maltrecha economía japonesa debido a la reducción de las exportaciones y al recorte en el gasto de energía. Paralelamente a este proceso, en China, a la muerte de Mao Zedong y su sucesión por Deng Xiao Ping, en los años ochenta, fueron impulsadas unas importantes reformas económicas de liberalización y apertura externa que permitieron la introducción de ciertos elementos propios del capitalismo, así como la implantación de una economía social de mercado. Desde entonces, la economía china comenzó a crecer y se incorporó a la economía mundial. Su PIB ha ido in crescendo a un ritmo del 9% anual en los últimos años. Hoy, China se ha convertido en la segunda potencia económica, por detrás aún de EEUU. Es el país que más coches fabrica y el principal exportador de tecnología de la información, así como el principal socio comercial de occidente. Todo ello, le ha generado una importante acumulación de divisas, así como una importante capacidad de influencia en el juego de las relaciones internacionales, aunque con la contrapartida de una situación de pre-crisis interna consecuencia de dos importantes desequilibrios macroeconómicos: la inflación y la infra-cotización del yuan. La gran cantidad de dinero en circulación ha provocado un alza generalizada en los precios y ha hecho reducir fuertemente la tasa de consumo interno. Las exportaciones, que tiran fuertemente de la economía, mantienen artificialmente unos precios reducidos con el fin de resultar competitivas.

Consciente de su fuerza, China está reorganizando su programa de actuación internacional en todas las direcciones. La compra de millones en deuda pública a sus socios de occidente con falta de liquidez es un claro ejemplo de su fortaleza. A esto hay que añadir su pertenencia al espectro de organismos internacionales más importantes, pues forma parte del Consejo de Seguridad de NNUU, donde tiene capacidad de veto, es miembro del G-20 y, además, es parte de otros organismos de cooperación regionales de Asia, como la OCS, donde establece lazos directos con Rusia. Por tanto, su influencia en la toma de decisiones internacionales, en términos bilaterales y multilaterales, sobre todo, tras el debacle financiero de occidente, es más que clara. Las autoridades chinas, en su última visita a España en enero de 2011, firmaron diversos acuerdos en los sectores de la banca, el tráfico aéreo, el sector alimentario y las energías renovables, incluso, se comprometieron a comprar bonos españoles, por si no tuvieran suficiente deuda española ya comprada, y a aumentar su comercio con España.

En relación con los rasgos más destacados de su política exterior, cabe decir que China ha defendido los principios de neutralidad y no injerencia en los asuntos internos de los países socios, tradicionalmente, así como su comercio con todos ellos, independientemente de sus respectivos regímenes políticos. Sin embargo, en la medida en que su economía está cada vez más integrada con las restantes economías del mundo y precisa de una seguridad en el abastecimiento de energía, metales y minerales para el sostenimiento de la misma, tales principios están dando paso a una actuación más pragmática, contundente y propia de la realpolitik en pro de la salvaguarda de sus intereses nacionales. Por otra parte, China tiene la intención, al menos aparente, de erigirse como superpotencia de Asia, una supremacía que no sólo se mide en términos económicos, sino también militares, sector éste último en el que el país está llevando a cabo importantes reajustes estructurales y fuertes inversiones en modernización y ampliación de sus capacidades.

INDIA

India es el coloso emergente en Asia meridional. Alcanzó su independencia de la Corona Británica en el 1947. Al poco, se disgregó del actual Pakistán, con motivo de los enfrentamientos religiosos entre hindúes y musulmanes. Poco después, se proclamó como una República Federal compuesta por varios Estados federados y diversos territorios. A partir de entonces, la acción gubernamental se dirigió, fundamentalmente, y con el Partido del Congreso a la cabeza, a consagrar la unidad y cohesión del territorio. A partir de los años noventa, los particularismos religiosos y nacionales entraron a formar parte del espectro del poder. Se emprendieron reformas liberales consistentes en la privatización de empresas públicas, reducción de los impuestos y libre acceso al capital extranjero, dando paso al desarrollo económico y social  y al despegue del país en la senda del crecimiento en la economía mundial. El acercamiento y mejora de las relaciones con Pakistán y China, también en este período, contribuyó a crear un clima de apaciguamiento y calma política que atrajeron las inversiones extranjeras.

En lo que se refiere a su posición en el mundo, India, tradicionalmente, nunca ha estado disociada de occidente. Siempre han existido lazos concretos entre ambos, aunque se redujera al ámbito marítimo y comercial. Desde su independencia y durante la guerra fría, su rol en la escena internacional se limitó al ejercicio del liderazgo de la voz de los países subdesarrollos y de los de los del sur, así como a la crítica de la hegemonía de bloques, pese a las buenas relaciones entre Nueva Delhi y Moscú. El incipiente país se enfrascó así en el aislamiento y búsqueda de un modelo idealista crítico con los valores predominantes en el mundo occidental. Además, mantuvo roces y conflictos, aún no resueltos, con países vecinos como China y Pakistán. Sin embargo, en los años noventa, procedió a una nueva política de vecindad, de aperturismo político, basada en el pacifismo y la cooperación, dando claras muestras de acercamiento a sus vecinos más inmediatos y de abandono de su aislada situación. Más tarde, los ensayos nucleares emprendidos demostraron que India quería ir más allá y reafirmar su estatus como país nuclear y como actor decisor clave en las relaciones internacionales. Su objetivo era convertirse en un país influyente con capacidad de participar en la distribución del poder y la influencia en Asia en las mismas condiciones que lo hacían Japón y China.

Desde principios del siglo XXI, con un crecimiento económico en auge, India, pese a ser potencia emergente, ha puesto el foco de interés en ser considerada en igualdad de condiciones junto con el resto de países poderosos, así como en entrar a formar parte de aquéllos foros multilaterales en los que todavía no tiene presencia. Del mismo modo, ha buscado el reconocimiento por la comunidad internacional de su estatus como potencia nuclear. Algunos rasgos de su acción exterior actual se resumen en torno a la defensa del multilateralismo, frente al unilateralismo, el no-alineamiento en los asuntos externos, el rechazo a las grandes alianzas que comprometan demasiado los intereses y autonomía nacionales, la diplomacia del desarrollo o actuación conjunta con los países más desfavorecidos, con el fin de hacer frente a las exigencias de los países ricos y satisfacer la provisión de recursos energéticos y la apertura de mercados a los productos indios, así como el desarrollo de una política de defensa poderosa, a través de la disuasión nuclear y la modernización y ampliación de las capacidades militares, pues la región en la que el país se encuentra localizado es altamente inestable, con conflictos fronterizos, sin formar parte de alianza alguna que goce del respaldo de EEUU.

India, por tanto, tiene fuerza. Por ello, las principales potencias han buscado puntos de acercamiento y cooperación con ella. El país dispone de una población joven y grande, de recursos naturales y minerales, así como de una herencia histórica y cultural muy atractiva. El interés creciente por su gran mercado, su necesidad de infraestructuras y su mano de obra cualificada y anglohablante, han hecho que India se halla entrelazado con los principales centros de poder y decisión mundiales. El caso de EEUU es paradigmático. Mientras que tradicionalmente siempre ha estado alejado de India, desde comienzos de la década presente ha estrechado fuertes vínculos con India, sobre todo en materia de cooperación militar, lo cual se ha visto reforzado por acuerdos de transferencia tecnológica y material nuclear. También la UE ha intensificado su diálogo político y sus relaciones comerciales con el país, pese a ciertas reticencias iniciales por la cuestión nuclear india. Japón, China y Rusia han hecho otro tanto de lo mismo. Sin embargo, pese a que India ha sabido y sabe ganar posiciones, todavía tiene por delante importantes asuntos internos por resolver. La corrupción, la excesiva burocracia, la minúscula tasa de alfabetización, la pobreza, los enfrentamientos entre comunidades religiosas, los conflictos periféricos y las desigualdades regionales, lastran hoy por hoy el proceso de convertir el potencial indio en una realidad.



2 comentarios:

  1. ARTICULO ESCRITO CON CLARIDAD, CON ARGUMENTOS Y CON CONOCIMIENTOS. OLE POR EL ESFUERZO Y LA INICIATIVA,

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  2. Muy buen artículo! En el caso de India, necesitaba un análisis sobre el rol de India en el IBAS, en el BRICS y también las implicaciones para India de no ser parte del TNP. Cuanto a Asia, merecería una atención al Foro Boao, un espacio de articulación regional que a cada año gana más importancia. João Francisco

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