Iberoamérica, durante los 200 años tras sus independencias, ha planteado iniciativas de cooperación y de integración, desde los primeros intentos de Simón Bolívar de consolidar la Gran Colombia como confederación política, hasta propuestas de integración política y económica que se plantean en la actualidad.
Ante el nuevo orden internacional multipolar en el que ya nos encontramos, donde no son sólo los Estados, de forma individual, los actores internacionales en la escena mundial, sino también las regiones o los conjuntos de Estados, es la Unión Europea la que se puede considerar hoy como el primer modelo de “Estado postmoderno”. Ninguna organización internacional había llegado, hasta ahora, a cotas de poder supranacional como las que goza la Unión Europea , tanto a nivel político como económico. El siglo XX fue escenario de dos guerras mundiales que dividieron profundamente a los pueblos europeos. Sin embargo, tales tragedias hicieron ver a los europeos que el futuro de Europa debía pasar por la cooperación y por su integración, en un principio económica y, posteriormente, también política. Los europeos nos hemos dado cuenta de que para hacer frente a los desafíos globales, no basta con soluciones nacionales, sino que deben afrontarse de manera conjunta.
En el continente americano, a pesar del gran número de cumbres que tienen lugar debido a las numerosas organizaciones que existen (136 cumbres presidenciales en los últimos 24 años), los países latinoamericanos no han llegado a conseguir un poder supranacional en el que todos se vean igualmente representados. Iberoamérica cuenta con una gran ventaja para conseguir una mayor integración: dos idiomas mayoritarios (español y portugués). La Unión Europea no cuenta con esta ventaja y hoy son 23 las lenguas oficiales. A pesar de que Iberoamérica cuenta con una cultura homogénea y de que la democracia prevalece en la región, suelen surgir problemas institucionales y de gobernabilidad, además de que los niveles de comercio intrarregional son muy bajos (menos del 20%). Para países como Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay cuenta más el peso regional en el comercio; la diversificación es mayor en el caso de Estados como Brasil, Chile y Perú; y para México, America Central y el Caribe, es Estados Unidos su principal socio. La falta de motivación para una mayor unión y la incorporación de determinadas ideologías en las organizaciones hacen que Iberoamérica no cuente con una estrategia común ni hable con una voz común en la escena global.
El gran número de iniciativas de integración que existen en Iberoamérica hace precisamente que ninguna tenga el éxito esperado. Organizaciones como MERCOSUR, Comunidad Andina (CAN), CARICOM, la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), ALBA, Unasur, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Organización de los Estados Americanos (OEA) o la recién creada Alianza del Pacífico, están formadas por países distintos y con objetivos diferentes, lo cual hace difícil avanzar hacia una integración, no sólo en la misma organización, sino también entre todos los Estados iberoamericanos.
En el camino hacia la integración de Iberoamérica, no se trata de luchar por ver qué país asumirá el liderazgo de la eventual organización. Tales ambiciones sólo causarán el fracaso del proceso de integración. El eje franco-alemán ha sido el motor de la Unión Europea , funcionando de líder conjunto del proceso de construcción europea. En Iberoamérica, Estados como México, Brasil o, incluso, Argentina, deberían intentar formar un frente común y asumir un liderazgo conjunto, fuera de recelos por el poder de otros y de la lucha por la influencia de su propio país. Se puede percibir que México y Brasil cuentan con objetivos diferentes, lo cual dificulta este proceso de coliderazgo. El 80% de las exportaciones mexicanas van a Estados Unidos, mientras sólo el 3% se dirigen al resto de Latinoamérica. Además, Brasil ve con recelos los intentos de México de protagonismo en Sudamérica, por ejemplo, mediante su participación en la CELAC. Por otra parte, México no ve con buenos ojos el hecho de que Brasil se convierta en líder en Sudamérica, mediante iniciativas como Unasur.
El éxito de la integración iberoamericana no pasa por formar alianzas subregionales, teñidas muchas de ellas de una determinada ideología y que sólo engloban a un limitado número de Estados iberoamericanos, excluyendo al resto, sino que debe reunir a todos si el objetivo es conseguir una voz común de los pueblos de toda Iberoamérica.
España es un país que hace de puente entre los demás miembros de la Unión Europea e Iberoamérica y es de gran utilidad para seguir trabajando a favor de la consolidación de las democracias en el continente americano, y de su desarrollo económico y social. A España y a Iberoamérica nos unen muchas más cosas que el idioma. Compartimos fuertes lazos históricos, sociales, culturales y económicos, además de valores y principios democráticos y un compromiso en favor de la paz, de los derechos humanos y del multilateralismo. De ahí y de la experiencia española en la UE surge el deseo de España de que Iberoamérica camine hacia una mayor integración.
Buen artículo, pues de modo muy objetivo toca en algunas de las dificultades claves de la integración en esa parte del mundo. Además, es una integración hecha de modo gubernamental en que la supranacionalidad no es privilegiada del mismo modo, por ejemplo, que en la Unión Europea. João Francisco
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